Hay veces que se aprende más de los errores que de los aciertos, por eso hoy vamos a centrarnos en lo que conviene evitar cuando uno habla en público.
1. No saber lo que quieres conseguir.
Conviene enfocar la charla de una forma diferente si lo que pretendo es informar, entretener, emocionar, vender, convencer, ganar prestigio o ganar dinero… Si no tienes claro lo que deseas conseguir, es realmente difícil que lo consigas.
2. Que tu discurso y tu imagen no se ajusten a la audiencia.
No es lo mismo hablar ante un grupo de banqueros que ante uno de estudiantes, aparte de que, probablemente, este último sea más divertido, convendría preparar algo más informal (incluida tu indumentaria).
3. Pretender mostrarse diferente de como uno es…
o tratar de aparentar saber más, la naturalidad es uno de los principales valores de un conferenciante.
4. No hacer contacto visual con los asistentes.
La mirada es uno de los mejores antídotos contra la distracción, te ayudará a mantener la atención de todos. (Bueno, no prestes mucha atención a ese de la segunda fila que da cabezadas, igual no es que se aburra sino que ha dormido mal).
5. Quedarse petrificado detrás del atril.
Aunque al principio te cueste ¡asómate! Muévete por el escenario con movimientos amplios, luego quédate un rato en el mismo sitio, vuelve a caminar, a meterte entre el público. Tu charla será más dinámica y cercana.
6. Tener miedo a innovar…
y ajustarse a una presentación estándar por miedo al qué dirán. La originalidad (si es pertinente) mejora el índice de recuerdo y suele ser más divertida.
7. No preparar lo suficiente la presentación.
Como dice Twain: “se tardan dos semanas en preparar un discurso improvisado de 10 minutos”.
Conviene ensayar la presentación previamente al menos 3 veces para facilitar, el día de la presentación, el uso del vocabulario necesario, para disminuir los nervios y para asegurarnos de la coherencia y el orden de la presentación.
8. Tener un Power Point recargado…
y encima ¡leerlo!. Debería ser un soporte, no una trampa o un corsé. Dan mucho mejor resultado las presentaciones minimalistas: una palabra o una imagen en cada transparencia.
9. Pasarse del tiempo asignado.
Si no has podido contar todo lo que querías ¡cuenta menos! Alargarse es un falta de respeto hacia los asistentes y hacia los otros ponentes, si los hay.
10. Pensar más en ti (en quedar bien y en tus nervios) que en la audiencia.
Es importante contarles lo que ellos han ido a escuchar, lo que les interesa; ponte en su lugar ¿por qué están ahí? y trata de satisfacer sus expectativas.
11. Tener un comienzo y un final poco contundentes,
del tipo: “Bueno, buenos días, voy a hablar un poco de….” o “bueno, pues eso es todo”. Busca un comienzo que llame la atención y un final de peso y cerrar con un rotundo “Muchas gracias”.
12. No dejar tiempo para que haya un turno de preguntas.
Las charlas son siempre más amenas y dejan mejor sabor de boca si se genera un diálogo interesante al final.
13. No usar el tono y el ritmo adecuados:
hablar muy rápido o muy bajo o con una entonación monótona hace que la audiencia desconecte: dejan el cuerpo pero se llevan la mente a otro sitio. Juega con el tono de tu voz, con el volumen y con la velocidad.
14. Enrollarse demasiado.
Ante la duda, siempre es mejor pasarse de breve. Si has despertado interés, podrás explayarte en el turno de preguntas.
15. Estar muy serio/a.
¡Gánate a la audiencia con una gran sonrisa!
Pero sobre todo, y por encima de los demás:
16. ¡Aburrir al personal!
Si ves que bostezan, cabecean, miran el reloj (excepto el de la segunda fila que durmió mal anoche) o hablan entre sí sáltate una parte, o haz una broma, cambia el ritmo y el tono, o ¡termina!, pero no les tortures con un montón de transparencias más, por más que creas que son interesantes.
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