Como dice Mark Twain “Lleva tres semanas preparar un buen discurso improvisado”, pero hay veces que no disponemos de tanto tiempo, ya que nos lo piden de repente en un acto social o en una reunión de trabajo.
De pronto, todas las miradas se centran en nosotros y se hace un terrible silencio que debemos llenar.
¿Qué hago?
1. Si te pones rojo, haz como si nada.
Es imposible disimularlo, así que tienes dos alternativas: o ignorar el hecho de que te has puesto como un tomate y pasar al punto 2 o hacer una broma sobre el tema, del tipo: “Vaya, mi sangre ha decidido subir toda a la cara. Démosle un poco de tiempo que en seguida volverá a su sitio…”
2. Piensa que tienes mucha experiencia en improvisar discursos.
Nos pasamos todo el día improvisando (en realidad nuestra vida es pura improvisación), cada vez que saludamos o damos una opinión; cada cosa que decimos la estamos “fabricando” en el momento, por ello piensa que no es la primera vez que lo tienes que hacer, simplemente hay más gente delante.
3. Gana tiempo para que tu subconsciente prepare el discurso.
¿Cómo? Reformulando la pregunta o repitiendo lo que te han pedido. Por ejemplo: “Me pedís que diga unas palabras en homenaje a nuestro amigo Fulanito que tengo aquí a mi lado”.
Sin que tú lo notes, en esos preciosos segundos, el patio trasero de tu cerebro habrá trabajado frenéticamente para encontrar alguna idea o anécdota que merezca la pena contar.
4. Ordena tus ideas, aunque sea en voz alta.
Por ejemplo: “Voy a hablar de tres cosas.” Y las enumero.
- En caso de ser una reunión podrían ser:
“La primera: lo que opino sobre el tema.
La segunda: por qué tengo esa opinión
La tercera: qué creo que deberíamos hacer.”
- En caso de un acto social:
“La primera: lo que nos une a Fulanito y a mi.
La segunda: la anécdota que compartimos y
La tercera… bueno, os dejo la incógnita para el final.”
En esta última situación la 3ª podría ser una llamada a la acción, como por ejemplo brindar o cantar todos una canción.
Además, piensa que de esta forma sigues ganando tiempo.
5. Hazlo de forma concisa y fácil de entender.
Cuando uno dé su opinión o hable de lo que le une a Fulanito, no debería enrollarse mucho; es suficiente con dos o tres pinceladas sencillas y que no se presten a diferentes interpretaciones.
6. Demuestra ese punto de vista
Para reforzar esa opinión la debería sustentar con datos, ejemplos de experiencias personales, anécdotas, estudios…
7. Apoya tu discurso con el lenguaje no verbal adecuado y la mirada
Si estás contando una anécdota divertida acompáñala con una gran sonrisa, con gestos amplios o una pequeña escenificación. Además, intenta mirar a todos los asistentes para que tu mirada atrape su atención.
8. Haz una llamada a la acción
Que todo el mundo sepa, claramente, lo que viene a continuación: que hable otra persona, un brindis, una canción o que se besen los novios. Si estás en el trabajo, esto último igual no queda muy bien.
9. Que todo ello no dure más de cinco minutos
Siempre es mejor pasarse de breve que de extenso.
En cualquier caso, piensa que no se hunde el mundo si no te sale todo lo bien que hubieras deseado. Es solo una más de todas las improvisaciones que hacemos a lo largo del día… aunque tenga muchos testigos.
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